Ecosistemas 06050-II: Mundos paralelos
1. En Ecosistemas 06050, del diplomático Jacob
Prado González, el espectador es sorprendido por la incursión en la vida
pública de seres anónimos que deambulan en la megalópolis todos los días, sin
ser percibidos por sus habitantes. Las fotografías que integran la muestra
detienen el tiempo y registran momentos que pasan inadvertidos por el
movimiento constante de personas. La vida que se va diluyendo entre las manos
pero que Prado captura con uno de tantos objetos mágicos contemporáneos y los
reproduce sobre papel.
2. La
mirada especializada observa el entorno, se detiene en los detalles,
reflexiona, siente, enfoca y recupera esas y otras imágenes cotidianas para los
demás, para nosotros, para quienes estamos absortos en mundos superficiales,
impuestos por mecanismos publicitarios llenos de enajenación. De esta manera el
disparo de la cámara es el chasquido que permite despertar ante una realidad
que se nos va sin ser apreciada quién sabe por qué misteriosas razones.
3. Rodeados
de imágenes y sonidos olvidamos detenernos en las que suelen ser importantes,
las que nos transmite la gente con la cual compartimos un espacio y un tiempo;
aunque sean seres anónimos, ellos cohabitan nuestro tiempo y espacio. Si bien,
de tanta gente que hastía el corazón, ellos están ahí y nos mandan señales de su
existencia, a la manera de un diálogo semiótico silenciosos porque solemos
dejar que las ausencias de nuestra existencia sea la ignorancia de la presencia
del otro. La fotografía de Jacob se convierte en la ventana mágica donde tiempo
y espacio pasados se hacen visibles, se reintegran ante nuestros ojos.
4. Escribí
anteriormente: “La máscara se convierte así en un segundo rostro que,
representando al individuo, oculta la naturaleza verdadera del ser. Para
conocer su esencia, en el teatro y en la vida cotidiana, el ser debe
descubrirse y mostrar su cara desnuda, a veces desconocida para uno mismo.”
Acaso esto sea falso porque el rostro puede ser realmente una máscara en el
cuerpo de un mentiroso o una representación de aquello que la persona desea
presentarse a sí misma, frente al espejo, o los demás. Lo curioso es que, ante
la imagen fotográfica, no importa la verdad o la mentira pues el objeto-imagen
ofrece una realidad que ya no existe si no como el registro del personaje,
ánima andante sobre el asfalto de la ciudad.
5. Las
personas se inventan una vida y se olvidan de vivirla al estar ocupados por la
imagen que desean exhibir. Decoran los ojos, resaltan los labios, pulen la piel
y esconden la virtuosa naturaleza del cuerpo desnudo con atavíos multicolores
que hacen las veces de prendas mágicas -la vestimenta también es parte de una
identidad construida, pienso-. Esa cualidad, que nos parece tan natural porque
somos parte de ese juego de engaños, está congelada en las imágenes de Prado
González. De ahí que el autor nos invite a reflexionar sobre la vida, sobre
nuestra existencia misma y sobre las relaciones que mantenemos con aquellos
seres anónimos, entes de ensoñaciones cuyo objetivo rebasa la decoración de
nuestras fantasías. Pienso en la posibilidad de su significado, es probable que
la decoración sea uno de tantos escenarios nuestros, construcciones de mundos
deseados por cada uno y que están ahí, a la manera de Borges, tentándonos para
vivirlos.
Imagen principal de la exposición montada en el Centro Cultural Sebastián, en la Ciudad de México. (Fotografía realizada en septiembre de 2019) |
Comentarios
Publicar un comentario