Después de mucho escribir versos tristes y llorones, me quedaré en mis ficciones muerto de tanto reír. Porque estoy muy convencido que el que sufre mal de penas —como son penas ajenas — aunque grite no es oído. Al diablo con las canciones y los graves clavicordios y los forzados exordios y los finales trotones. El siglo veinte ha llegado con la inopia vil adjunta, y puede acabar en punta, sino en cero bien pintado. Es decir, el siglo rudo de los que mal han nacido y suenan con un cocido que no está sino muy crudo; El siglo de los que advierten un blando queso en la luna; de los que mueren por UNA, previos ayes que divierten; El siglo de los gandules, [como yo, pensará alguno;] el siglo, en fin, del ayuno, ¡siglo de ensueño azules! Desde este feliz instante ...