Ecosistemas 06050

I: rostros de una ciudad habitada por seres sobrenaturales
Jacob Prado, su cámara y sus imágenes. Fotografía de Rafael de J. Araujo González. 2019

La etimología indica que la palabra rostro proviene del griego antiguo. Su significado está relacionado con puntas y/o espolones tanto de animales como de objetos construidos. En pocos idiomas el rostro se utiliza  como sinónimo de cara, uno de ellos es el español. La cara, sin embargo proviene del griego antiguo, también, y del latín, por supuesto. El uso que esas culturas le dieron es el mismo que tiene ahora. De ahí que en el teatro surgiera la palabra máscara, cuyo efecto escénico entre los griegos y romanos antiguos fue el de representar a alguien más y amplificar el sonido de la voz.
Imagen y cédula principal. 2019

La máscara se convierte así en un segundo rostro que, representando al individuo, oculta la naturaleza verdadera del ser. Para conocer su naturaleza, en el teatro y en la vida cotidiana, el ser debe descubrirse y mostrar su cara desnuda, a veces desconocida para uno mismo. Al hacerlo, la persona se enfrenta a duros obstáculos donde sueño y realidad pierden fronteras, razón que motiva al extravío, al tropiezo y al regreso donde la máscara (cara que oculta el rostro) se mantiene vigente.
En la mayoría de las civilizaciones antiguas, reconocerse a sí mismo, mostrar la verdadera faz requería del auxilio de chamanes y líderes mágico-religiosos quienes  utilizaban rituales para reconocer o recuperar la esencia del ser en cada uno. Es probable que de ahí surjan los motivos para vincularse con los animales totémicos y chamánicos vigentes en los mitos contemporáneos. Cito algunos ejemplos, Jaguar (vehículo de prestigio); Pumas (equipo de futbol de la UNAM); Las águilas de Philadelfia (equipo deportivo norteamericano), entre otros más.
Estas ideas vienen a mi pensamiento al observar la serie de fotografías de la muestra Ecosistemas 06050 de Jacob Prado González. Una exhibición montada durante septiembre en la galería de la Fundación Sebastián, en la Ciudad de México y próxima a instalarse en El Paso, Texas.
El ejercicio propuesto por Prado González tiene entre otras virtudes la de ocultar la cara del motivo central. Podría decirse que éste es el sistema social presente en la ciudad, pero no es así. Es notable la cantidad de imágenes con las caras de los personajes que actúan en el espacio público de la Ciudad de México. Y en esos rostros la presencia de seres mágicos, mitológicos.
Entre los rituales antiguos y contemporáneos, los seres mágicos, a veces personificados en animales, viven en cada persona. El ser humano sigue una secuencia para desgarrar su cara, desmontar la piel que habita cotidianamente para mostrarse al desnudo y descubrir al ser que contiene. Sin embargo, la dualidad del mundo mágico se impone y esa desnudez se muestra como una máscara porque la verdad se oculta mejor a la vista de todos. Así, el miedo se exhibe como un monstruo aterrador. La rabia interior se muestra como agresión al otro a través de perforaciones y objetos punzocortantes que se autoinsertan en labios, orejas, nariz y cualquier espacio de piel que lo permita. El resultado es la trasformación de uno mismo, como queda plasmado en las instantáneas capturadas por Jacob Prado.
Vista parcial de la exhibición en la galería de la Fundación Sebastián. Ciudad de México. 2019

¿Dónde queda el ecosistema? Está presente en cada uno de los fragmentos incluidos en esas pequeñas ventanas llamadas fotografías, recipientes de un tiempo y un espacio que se roban el alma de seres y objetos. Jacob es un chamán que controla el tiempo y mira a través de las máscaras. Se sirve de la cámara para ver y observar cómo los seres mágicos que nos habitan, deambulan por los espacios públicos de la gran ciudad, cohabitan entre nosotros y los denuncia.
Rafael, Karina y Jacob. Selfie 2019.


Comentarios

  1. Excelente exposición y no menos bella la reseña. Grandes amigos conjugados en un mismo espacio donde lo tangible e intangible cohabitan para dar paso a la oportunidad de maravillarse. Un abrazo con enorme cariño. (Gerardo Moreno. Pachuca, Hidalgo)

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