La Resistencia: Entre espejos
Fotografía de Rafael de J. Araujo González |
Además, en su mente aparecían imágenes extrañas cada cierto tiempo. Todas estaban relacionadas con los espejos, o el espejo -le dijo al "Apocalipsis" cuando el autobús se detuvo bruscamente por una vaca atravesada en la carretera.
Juan dejó de hacerle plática a los 20 minutos y otro número igual de intentos.
Para él era un viaje raro. Tuvo la sensación de que ya habían ocurrido cada uno de los acontecimientos vividos desde el momento en que subió los tres peldaños de la escalera que lo metieron en este viaje. Incluso tenía a flor de piel la extraña percepción de haberse metido dentro de un espejo cuando la puerta metálica del vehículo se abrió y se extendió la pequeña escalera que lo invitaba a subir.
Se preguntó por qué sentía que al cruzar el acceso de camión estaba entrando en un mundo diferente, y no es que él nunca hubiera entrado a un camión, o que éste fuera distinto a otros. Tenía ciertas diferencias pero éstas se derivaban del uso y el tiempo que el transporte había vivido, o tal vez sufrido -se le ocurrió. Llegó a pensar que su cuerpo traspasaba una especie de tela líquida, más bien como si transitara por un plasma transparente, un tanto gelatinosos y flexible, sin color, ni olor, pero que su piel reconocía como el cambio de una atmósfera a otra. Pensó que estaba atravesando un espejo, pues.
No fue la primera vez que tenía esa inquietud pues desde que el presidente había tomado posesión soñaba en espejos, o al menos eso creía él.
Cómo reconocer el lado del espejo en que se vive, era una pregunta que tenía en su mente cada vez que reflexionaba sobre el tema. En alguna ocasión lo comentó con Magdalena. Ella le contestó que dejara de filosofar porque ellos eran estudiantes revolucionarios que hacían de la teoría acción, el pensamiento -le decía- debía llevarlos al cambio social. Hasta llegó a recibir de ella una sonora cachetada cuando le tocó uno de sus pechos sensuales que se insinuaban bajo la blanca y holgada blusa que ella solía usar, porque creyó que estaba entre el sueño y la realidad, justo del otro lado del espejo. El golpe en su mejilla le hizo pensar que no había traspasado el límite marcado por el cristal del espejo, aunque él recordaba haberse metido, en esa ocasión.
Lo cierto es que esa noche, al bajar del autobús, sintió claramente el culatazo que le dio la policía. También oyó claramente que gritaban y que corría. Y lo que es peor, en tiempo lento y pausado, percibió cómo una bala atravesaba su brazo, otra más su pierna, que caía y rodaba por la inercia. También que lo levantaron del pelo, le golpearon otra vez con el mango de una escopeta y que le pusieron una pistola en la sien.Luego, supo que el espejo era su cuerpo, porque vivió el tránsito de éste a la nada. Se sintió libre, hasta volvió la mirada a donde su cuerpo yacía con el cráneo hecho pedazos, en el suelo. Se reconoció y entendió que ya estaba del otro lado, ahora sí.
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