Contra la intolerancia y el olvido
NOTA SOBRE EL TRIPTICO “PALOMARES” DE JORGE CASTILLO
“Art destroys silence”
Dmitri Shostakovich
El
17 de enero de 1966 dos aviones de la U.S.
Air Force, uno de los temidos bombarderos B-52 y su avión nodriza, chocaron
en una operación rutinaria de abastecimiento de combustible sobre el territorio
soberano español. Acto seguido se precipitaron en las inmediaciones del pueblo
andaluz de Palomares. Con ellos se desprendieron cuatro bombas de hidrógeno.
Dos de ellas se rompieron en tierra, esparciendo uranio y plutonio a lo ancho
de una superficie de varios kilómetros cuadrados. Los otros dos cayeron en el
mar. Las autoridades políticas españolas, el ejército nacional y la guardia
civil cerraron inmediatamente el acceso de la zona afectada y sitiaron a su
población, mientras el aparato del estado y sus monopolios de comunicación
abrieron una campaña mediática para desmentir los acontecimientos y sus
trágicas consecuencias ecológicas y humanas.
Nadie
pudo saber de la catástrofe. Nadie puso de manifiesto sus consecuencias locales,
ni sus significados globales. Murieron personas y animales, y surgieron
enfermedades hasta entonces desconocidas. Pero la censura del estado español
fue completa, al igual que en la destrucción total de la ciudad de Guernica por
la Luftwaffe germánica. Esta censura ha
seguido vigente hasta el día hoy.
Solamente
una intelectual española, Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, pudo
romper el silencio oficial en torno a aquel incidente, organizar por cuenta
propia a la población de pescadores y campesinos locales en defensa de sus
derechos, y llamar la atención internacional sobre el chantaje nuclear
universal que sobrevuela permanentemente nuestra existencia. Fue condenada a
más de veinte años de cárcel por el aparato jurídico español. Su memoria Palomares, que describe los
acontecimientos y las acciones de una administración política servil y
corrupta, así como las acciones desesperadas de la población afectada, fue
censurada bajo el franquismo y el postfranquismo.[1]
En
1967 Jorge Castillo terminó el tríptico Palomares
en su exilio de Boissano. Su formato de tres por seis metros emulaba al Guernica de Picasso y la memoria del
genocidio del pueblo vasco. Era, además, un desafío a las estrategias nucleares
de la Guerra fría. En 1968 Palomares fue exhibido en el Documenta de Kassel. A raíz de esta muestra René d´Harmoncourt, en
aquellos años director del Museum of
Modern Art de Nueva York, propuso su adquisición al consejo asesor del
museo. Dicho consejo aceptó comprar la obra. No sin condiciones. Debía eliminarse
la silueta del bombardero en la parte superior del panel izquierdo del tríptico,
porque sus curadores la consideraban una inadmisible regresión realista con
respecto a los lenguajes abstractos museográficamente sancionados. Castillo no
aceptó semejante intimación.
Poco
después el pintor recibió una propuesta del Museum
für Moderne Kunst de Köln. Este centro estaba dispuesto a adquirir y
mostrar el tríptico en su colección permanente. Pero Jan Krugier, el marchante
suizo de Castillo, se negó a vender Palomares
a dicho museo porque, en su opinión, la culpa alemana del genocidio judío no
facultaba a sus instituciones culturales la condena del holocausto nuclear que esta
obra recordaba.
En
su lugar, Krugier vendió el tríptico a un coleccionista español, amante de su
ex-esposa, que durante cuatro décadas mantuvo este tríptico en un almacén de Genève.
Palomares fue adquirido en los años
noventa por una institución bancaria de Galicia que asimismo la preservó del
acceso al público. La crítica artística y la museografía españolas han guardado
silencio en torno a la obra de Castillo hasta el día de hoy. Lo mantendrán
indefinidamente, como lo han hecho con la obra de Juan Goytisolo, con los Desastres de Goya, o con el reformador
Blanco White.
En
2016 un equipo de curadores alemanes, belgas y rusos trataron de rescatar Palomares de Castillo de su olvido y mostrarlo
en la exposición Art in Europe, en
Bruselas, Karlsruhe y Moscú. Tras una investigación infructuosa dieron el
tríptico por extraviado o destruido. En 2017 Ludwig Forum Aachen pidió la obra para la exposición Flashes of the Future: the ‘68’ Generation
a Abanca, su nuevo propietario. Solamente después de que el propio Castillo
amenazara con una acción legal, esta institución cedió la obra.
El
30 de noviembre de 2017 se inaugurará una exposición de Jorge Castillo en el Museo
de Arte de Pontevedra. En ella se mostrará por primera vez en un museo español
el tríptico Palomares.
Eduardo
Subirats
[1] Publicado póstumamente en: Eduardo Subirats, La era de Palomares (Barcelona: Editorial
Viejo Topo, 2011).
Comentarios
Publicar un comentario